ECONOMÍA
Deportes, cultura, entretenimiento: sin reglas, las marcas de alimentos chatarra lo asocian a su consumo en Argentina
Una familia se dispone a disfrutar del partido de la selección mexicana de fútbol, de pronto aparece un “árbitro” que reparte frituras y la sala se llena de alegría, por consumir los productos y registrarlos en una aplicación, los jugadores lanzan a través de la televisión playeras y balones, instantes después lo que arrojan son bolsas gigantes de botanas. Ya están listos para “apoyar” al equipo nacional.
El spot televisivo satura los instantes anteriores, intermedios y previos a cada encuentro del representativo mexicano en Catar.
No importa si es el mundial de fútbol o una competencia atlética en una ciudad pequeña; si es un evento educativo o cultural, la industria de productos chatarra siempre encuentra la manera de colarse mediante patrocinios, emboscando a los consumidores con su publicidad de una manera que puede parecer inocente y altruista, pero no lo es.
Esta promoción de productos chatarra genera un impacto profundo, pues crea entornos alimentarios insalubres lo que genera que los países tengan poblaciones más enfermas. Las empresas gastan lo que sea para que sus productos sean adquiridos, sólo the cocacola destina 4 mil millones de dólares al año para publicidad.
El informe de la Global Health Advocacy Incubator (GHAI), una organización sin fines de lucro defensora de la salud, documentó como los productores de comestibles y bebidas ultraprocesados “saturan el mercado con productos chatarra a través de tácticas que son agresivas, insidiosas y que están en todas partes”.
El documento indica que “el marketing de alimentos y bebidas no saludables es un complejo proceso político, social, histórico, cultural y económico, que además representa un importante factor de impulso de entornos alimentarios no saludables”. GHAI recopiló ejemplos de prácticas corporativas de la industria en todo el mundo, entre ellas prácticas publicitarias, acciones de interferencia de la industria. Y muestra cómo el uso de estas tácticas daña a los humanos y al ambiente, y cómo tratan de evitar las regulaciones obligatorias.
Algunos estudios han demostrado que la exposición al marketing influye en la elección de alimentos y el aumento del consumo de productos no saludables, que están asociados con un mayor riesgo de obesidad, accidentes cerebrovasculares y diabetes. Por ello la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda restringir la publicidad de alimentos dirigida a personas jóvenes.
No hay espacio que se salve del mercadeo, pues va mucho más allá de los medios de comunicación o las redes sociales, “el patrocinio de sus equipos deportivos favoritos, la colocación de productos ocultos en los programas educativos de sus hijos y los productos gratuitos que reciben en los eventos”, señala GHAI.
El reporte titulado Marketing expuesto: una amenaza global de salud pública para la política alimentaria alerta sobre los peligros de la publicidad dirigida a niños, niñas y adolescentes, pues “carecen de la madurez del desarrollo para distinguir los anuncios del contenido de entretenimiento o educativo”. Y también cómo se promueven productos no saludables ante públicos vulnerables.
El impacto entre la niñez y jóvenes es muy profundo pues “la industria de productos ultraprocesados va moldeando las normas sociales, desplazando las dietas tradicionales, creando preferencias alimentarias para toda la vida hacia sus productos y perjudicando la salud infantil alrededor del mundo”.
Un estudio realizado por Morgan Jenatton y Helda Morales en Chiapas con jóvenes indígenas encontró que para los estudiantes de las escuelas secundarias retrata ese efecto del que se habla en el informe de GHAI. Los adolescentes consideraban a la Coca Cola como «refrescante» y «sabrosa» y la asociaron con las clases sociales ricas, mestizas y urbanas, una visión atractiva de la modernidad, a pesar que saben que son dañinas para la salud. En cambio al pozol, una bebida tradicional en la región y considerada con un alto valor nutricional, era visto como algo que beben campesinos o personas pobres. En ese estado se han implementado campañas publicitarias dirigidas a la población indígena y es la zona en la que más se consume esa marca de refrescos.
En Estados Unidos se ha detectado que se transmiten más anuncios de productos perjudiciales para la salud en los programas en español que en los que hablan en inglés.
Pero también “pone a niños, niñas y adolescentes en riesgo de convertirse en víctimas de explotación comercial por la saturación empresarial de productos no saludables en el mercado. Y mediante el uso de sofisticadas estrategias de marketing para promocionar sus productos y fomentar una cultura consumista desde una edad muy temprana”, dice el documento de Marketing expuesto. Además vulnera otros derechos como la explotación de sus datos, el uso y el abuso de las imágenes de niños y niñas.
Hasta el momento las empresas han librado que se les asocie con los efectos negativos de sus productos, se suelen presentar como socialmente comprometidas, pero la organización señala que no asumen la “responsabilidad de su participación en la creación de un planeta menos saludable” y responsabilizan a las personas por el consumo excesivo de sus productos.