POLÍTICA
Nuestra visión para la política exterior de la Argentina
Una buena política exterior debe conllevar una característica fundamental: debe transmitir a la sociedad y al mundo una visión clara de desarrollo en función de las características del mundo actual y las condiciones estructurales de la Argentina a fin de convencer acerca de un rumbo estable de largo plazo.
Por ello, es necesario en primer lugar realizar un diagnóstico del contexto global, de las características estructurales de nuestro país y la posición actual de la Argentina en el mundo antes de definir los objetivos.
Este diagnóstico es lo que brindará bases sólidas a la visión de futuro y a las acciones de política exterior, facilitando la generación de confianza en los interlocutores, quienes percibirán que el rumbo que la Argentina decide tomar se basa en un análisis profundo y guiado por un enfoque que procura salir de la repetición conceptual y de las miradas cristalizadas y rígidas que nuestra sociedad construyó históricamente acerca de nuestro país y del mundo.
El mundo contemporáneo muestra características históricas únicas. En un primer plano, se distinguen distintas dimensiones del orden mundial, y en cada una de ellas debe tener una mirada y posición definida. Existe una dimensión tradicional de los Estado-Nación donde se define el orden internacional en términos geopolíticos clásicos; por otro lado, se observa una dimensión transnacional con una agenda de una sociedad civil global; en adición, hay una dimensión cultural de la política mundial; y, finalmente, una dimensión ideológica.
En un segundo plano, se observa que el mundo contemporáneo corre el riesgo de enfrentar a lo que se denomina “techo de cristal” para el desarrollo de las civilizaciones. Luego de muchas décadas de progreso material, institucional y social, la humanidad se encuentra en varias encrucijadas respecto a la posibilidad de seguir sosteniendo dicha civilización. Los dos principales elementos que la desafían son el medio ambiente y cambio climático por un lado y las radicales transformaciones tecnológicas que tendrán lugar en las próximas décadas, por el otro. En este mundo donde la cooperación y el multilateralismo se hace cada vez más necesarios, la fragmentación que se produce en el primer plano del orden mundial puede interferir en alcanzar esa cooperación multilateral.
Argentina, por su parte, es un país con características estructurales de una potencia media pero con la carga de décadas sin expansión del bienestar y un profundo deterioro social, educativo e institucional. La Argentina es el octavo país del mundo en superficie; tiene una buena disposición de recursos naturales (campo, minería energías y turismo) con una población de tamaño medio y una economía intermedia (entre las primeras 18-25 del mundo en las últimas décadas en dólares internacionales); posee excelentes recursos humanos en ciertos segmentos sociales y empresas y sectores innovadores de nivel mundial (5 unicornios, industria audiovisual y creativas, entre otras). Sin embargo, resulta importante tomar consciencia de que la Argentina es un país mayormente árido en el que la concentración de agua en la Mesopotamia y la Pampa Húmeda condiciona las características de su poblamiento; asimismo, los recursos naturales son diversos, pero no representan (salvo el campo) una dimensión que ubique a nuestro país entre los grandes países mineros o energéticos del mundo (incluso aunque estos recursos se encuentren explotados por debajo del potencial, como el caso de Vaca Muerta o la energía renovable).
Así, Argentina es un país que precisa pensarse desde un enfoque distinto para no repetirse a fin de buscar soluciones que no pueden ser simples y rígidas según una u otra visión ideológica. El nuestro es un país con un territorio complejo, de tamaño medio, con potencial para explotar diversos recursos naturales, pero que necesita también potenciar otros sectores productivos para alcanzar un alto nivel de vida. Estos sectores son, entre otros, el turismo y los servicios de exportación, las industrias innovadoras y creativas. Al mismo tiempo, debe trabajarse en la reconversión de sectores manufactureros que sostienen parte del tejido socio-productivo para que no sean un obstáculo en el proceso de integración abierta al mundo.
Además de las mencionadas características, Argentina tiene un característico rol de potencia media fundado en su tradición diplomática. Nuestro país goza aún de un prestigio considerable en las Naciones Unidas, en el G20 y en diversos aspectos de la política internacional como los derechos humanos, género, ambiente, ayuda humanitaria, cooperación internacional, desarme, derecho penal internacional, asuntos antárticos, tecnología espacial, entre otros.
Resulta de fundamental importancia comprender que el lugar que la Argentina construyó en el mundo ha sido el fruto de una diplomacia que ha sabido articular valores y posiciones de países desarrollados (conformados cuando nuestro país gozó de un alto nivel de vida) y, al mismo tiempo, ha sabido comprender y apoyar el proceso de descolonización y los intereses de los países en desarrollo, siendo la Argentina ahora parte de este grupo. Es por ello que la Argentina ha sabido articular posiciones a priori divergentes construyendo puentes en negociaciones como la Declaración del G20 en 2018 y la Cumbre de cooperación internacional (PABA40) en 2019. Este rol diplomático es un capital trabajado y desarrollado a lo largo de más de un siglo de diplomacia en nuestra historia moderna.
Los objetivos y estrategias de política exterior que nos propongamos deberán tener presente el diagnóstico del mundo y de nuestro país para alcanzar las metas deseadas. Son dos las metas primordiales: lograr un alto nivel de bienestar y fortalecer la posición internacional de nuestro país en el mundo.
De esta manera, con esas dos metas en mente, nuestros objetivos de política exterior pueden resumirse en los siguientes:
1- Llevar adelante una política exterior autónoma de la geopolítica de las grandes potencias y las potencias emergentes (manteniendo la mejor relación posible con cada una de ellas) y, al mismo tiempo, buscar integrarse a la economía, comercio e innovación globales, así como trabajar para fortalecer las instituciones y normas internacionales. Debemos superar la dicotomía entre autonomía e integración al mundo; ambas se refuerzan mutuamente.
2- Representar los intereses de las provincias, los ciudadanos y la sociedad civil (económica, cultural, etc.) y ser una herramienta de desarrollo: la promoción comercial, los servicios y inversiones debe estar alineada con las políticas de fortalecimiento de las capacidades exportadoras de las PyMES, con las políticas macroeconómicas y el desarrollo de la infraestructura.
3- La Argentina debe defender los valores que la conforman y que han sido establecidos en su Constitución Nacional: la democracia republicana y los derechos humanos, derechos de los individuos, los derechos políticos, sociales y ambientales.
4- De este modo, posicionar nuevamente a la Argentina como un actor regional con influencia y como una potencia media a la altura de su membresía del G20.
5- En este marco, debe fortalecer su rol en el Atlántico Sur, quizá a partir de una mayor cooperación con otros actores.
6- Realizar acuerdos de largo plazo como proveedor confiable de energía, minería y alimentos, posibilitando el desarrollo de infraestructura logística en nuestro territorio.